Caminando con Jesús hacia la Pascua de Resurrección
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La Semana Santa comienza el Domingo de las Palmas: Jesús llega a Jerusalem, la ciudad del Templo (la Casa de Dios). Todos lo reciben con mucha alegría, agitando ramas de olivo y palmas, lo reciben como a un gran Rey diciendo: “¡Hosanna, hosanna al hijo de David!”
La gente está muy entusiasmada, ¿Pero por qué?... ¿Es verdaderamente Jesús un Rey potente?
Presta atención a lo que sucede en los días siguientes. El Jueves Santo era un día de fiesta porque se recordaba el amor de Dios por su pueblo. Jesús también quería festejar con sus amigos, los discípulos, y cenó junto con ellos. Jesús, que era su maestro, durante la cena les hace entender, de mil maneras, que la única cosa importante es amar. Dona al mundo la Eucaristía, (para poder quedarse y estar presente en todos los puntos de la tierra una vez que hubiera regresado al cielo junto a su Padre Celeste) e incluso le lava los pies de sus discípulos, ¡Él, que era el maestro!.
Después viene el Viernes Santo: Jesús nos amó tanto, que quiso probar todo el dolor del mundo, dando su propia vida por nosotros. ¡¡¡Cuanto dolor probó Jesús!!! Pero al final continuó a confiar en su Padre.
Fue algo tan grande y terrible, que durante todo el Sábado Santo hay silencio y mucha expectativa. ¿Pero es posible que todo haya terminado así? ¡No! Jesús nos lo había prometido: después de tres días sucede algo inesperado:
